Formas hermosas que delimitan la raíz
de tu cuerpo que se asienta en el vacío.
Raíz jugosa de la que,
bebo, fruto carnoso que deja paso a la visión del placer.
Placer al borde de ese abismo
que desemboca un tus profundidades.
Éter dulce,
veneno del que volvería a beber
hasta el infinito insaciable.
Hemos perdido el tiempo,
el tiempo que no descubrimos,
y que no hubo mientras la carne desnuda ardía,
y confundía la una con la otra.