En los cajones de mi cuerpo exploras el alma que emana.
Mis pies se convierten en serpientes,
que manipulan la madera de mis brazos impenetrables,
que astillan tus caricias.
Con el cuero negro en mi rostro,
del dulce y frío metal que cierra mis ojos
al veneno que destruye mi ser.
Infierno sexual que calibran las venas,
al latir el torrente sanguíneo que desemboca en tu vientre.