Derritiéndose los cuerpos, convirtiéndose en mercurio,
se funden en un abrazo como esqueletos nocturnos.
La luz abordó sus ojos orbitó en su alma, su infierno entendió el sentimiento.
En el vértice del monte supiste escalar y perdió el rumbo del norte,
concentró su temor,
abrió las sendas de la tentación.
¿Quién compuso las sombras, que adornaron la noche?
¿Quién hizo saltar las aguas del río?
¿Por qué no supe jugar a olvidarte?
Huir, escapar al final del calidoscopio,
ahí donde nace mi realidad.