Susurros, en mitad de aún no sé que… Y sólo están los susurros, suaves, deslizantes. Ahora,bueno, quizá hace un tiempo casi eterno que no te veo… Ahora sin eternidades te invento. Te cobijo en unos brazos que para ti, no son más que lo que son… Una extensión de mi cuerpo. Así fuiste siempre de práctica… Los brazos son los brazos, jamás fueron metáforas para ti. Eso me gusta. La practicidad que yo nunca he practicado.
Miré pues hacia donde me dijiste, y la gasa envolvía la piel. O raso, o seda, no soy una experta en tejidos. La moda nunca me hizo mejor persona. Quizá mejor vestida. Pero no mejor persona. En fin, que lo que llevabas y nada hubiese sido lo mismo. Sólo que a ti el vestuario sí te hizo grande. Esa es la pequeña diferencia entre tu desnudo, la ropa y yo. Deberías haber nacido con un slogan bajo el vientre: “Soy desechable, pero no soy para ti” Sí, como los medicamentos con contra indicaciones que te salven la vida. O de una intoxicación, o riesgos de urticaria. Dependiendo siempre de la cantidad que consumas. Mi sobredosis, a lo más que hubiese llegado es a un dolor de cabeza. Darte la muerte a ti sería vanagloriarte demasiado.
Quizá suena a reproche. Y sí quitamos el quizá, es un reproche a secas…
-No, no te confundas… A tiempo pasado las cosas no son más claras. ¡Qué no! ¡Calla! ¿Qué?
Bueno, siguen siendo susurros lejanos…
Entonces empezó el día, el otro, el día que continúa impasible en mi vida recostada, falta de lo perdido en el duelo de palabras. Así comienza el día, el otro, el día despertado de una noche falta, de una mañana continua de hábitos de supervivencia y vicios insanos. Y el sentido no me lo da el diccionario. Salir a la calle. Salir. Salir a la vida da miedo.
Roto todo, ¿qué queda? Pedazos de una nada construible. Atreverse siempre fue demasiado arriesgado. El riesgo siempre se corre. Se corre. Se corre contra la vida. El soporte me permite arriesgar e ir en contra y correr dónde no van los demás. Pero acabo donde estás tú. Un hámster hace lo mismo…
En esta jaula propia, en esta habitación propia… Y en este caos, este hámster se escapó en un descuido del dueño que le dio la espalda tres segundos. Sí, lloró, pero el mismo tiempo que se despistó. No importamos más que un hámster. Yo quise a mi dueño. ¡Lástima!
-¿A qué hora habíamos quedado? Llegué a tiempo creo. Tú, aquí. Es raro. Pensé que ya… No, para, no digas que… Otra vez… Lo sé. Se qué pude remediarlo. Sé que tenía que continuar. Sé todo lo que puedo saber acerca de mí… De momento. Puedes dejarme… Puedes intentar no decirme lo que tengo que hacer una vez más…
Susurros vuelven…La noche se acerca, es normal. En la noche se oyen mejor, me ato al sonido de esa música taladradora que llega a ser el pequeño hercio de una palabra acercándose a este oído. Sigo sin saber en medio de dónde estoy… Ellos sí.
Creo que se acerca el sueño, lucho contra él como puedo. Quiero dejarme vencer, en serio, quiero vencerme. Pero yo me pierdo. Y pierdo. Aparece la imagen que temo. Aparece el desierto. Un desierto incendiado, un desierto quemado. Rojo azufre, azafrán y un azul Tuaret. No me muevo, observo… Dejo que se queme, dejo que me queme. Me dejo…
Eso es lo que pasó, no me dejaste tú, me dejé yo… Y a ti conmigo.
Vuelven los sudores fríos, calambres inmovilizadores. Ojos abiertos de par en par, el corazón bombeando a prisas. Los músculos de la cara extendidos hasta casi el desgarro. Sangra mí boca, toso. Escupo encima de mí. Desnudo cuerpo ensangrentado. Mi propia naranja mecánica… Me dejé el bombín en casa…
Y al despertar la mañana. Al despertar. Despertares así, quiero siempre, de cortes de realidad sufrida. En medio de toda la marabunta. En medio de todo el gentío, que me despierten para vivir.
Y al despertar la mañana. Al despertar el día. El otro, el día. Y al despertar el espejo. Los susurros y yo. Y al despertar descubrir que no era más que eso. Mi otro, mi yo. Mi yo el que habla. Para decir: “Ya te lo dije”
Pero siguen los susurros en medio de aún no se qué… Pero ya no te invento… Y el ahora por fin dejo de ser ayer…